Resiliencia y educación: las fortalezas invisibles de los escolares durante el confinamiento
Recepción del artículo: 17-09-2022 | Aceptación del artículo: 22-12-2022
Fundación Red para la Educación en Iberoamérica, (Perú)
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México, (México)
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, (Perú)
Para referenciar este artículo:
Huaire-Inacio, E. J., Gómez-Esquivel, D. A. y Condori-Ojeda, P. (2023). Resiliencia y educación: las fortalezas invisibles de los escolares durante el confinamiento. Revista ConCiencia EPG, 8(Especial), 91-102. https://doi.org/10.32654/ConCiencia/eds.especial-6
Autor corresponsal: Edson Jorge Huaire-Inacio: edsonjhi@gmail.com
Resumen
l concepto de resiliencia se ha diversificado en todas las áreas conforme se fueron sumando los estudios científicos que dan cuenta de la importancia que tiene en la vida de las personas. Justamente, este trabajo aporta información y conocimientos sobre este constructo e invita a reflexionar sobre su importancia en el ámbito educativo. Un aspecto relevante que se evidencia a través de estudios es que, a pesar de la crisis ocasionado por la COVID-19, los niños y adolescentes han desarrollado mayores capacidades resilientes. Si bien, por efectos de la pandemia, muchas escuelas han sido cerradas en todo el mundo afectando a millones de niños y adolescentes, no solo en aspectos académicos. Desde el enfoque de la resiliencia se puede afirmar que, al mismo tiempo de haber padecido adversidades, estas personas han creado diversas estrategias para seguir desarrollándose, aprendiendo y prosperando a pesar de la crisis. En la promoción de estos factores positivos se reflexiona sobre el rol de los docentes y padres de familia como figuras imprescindibles que les brindan la confianza y el soporte necesario para seguir promoviendo la resiliencia aun en condiciones de adversidad y crisis.
Palabras Clave: Resiliencia; escuela en
crisis; compromiso de los padres; rol del docente.
Abstract
he concept of resilience has diversified in all areas as the scientific studies that account for the importance it has in people's lives have been added. Precisely, this work provides information and knowledge about this construct and invites us to reflect on its importance in the educational field. A relevant aspect that is evidenced through studies is that, despite the crisis caused by COVID-19, children and adolescents have developed greater resilient capacities. Although, due to the effects of the pandemic, many schools have been closed around the world, affecting millions of children and adolescents, not only in academic aspects. From the resilience approach, it can be affirmed that, at the same time as having suffered adversity, these people have created various strategies to continue developing, learning and prospering despite the crisis. In promoting these positive factors, we reflect on the role of teachers and parents as essential figures that provide them with the confidence and the necessary support to continue promoting resilience even in conditions of adversity and crisis.
Key Words: Resilience; school in crisis; parent engagement; role of the teacher.
Introducción
a resiliencia es el proceso de resistencia y superación contra las adversidades experimentadas, son capacidades de los seres humanos para adaptarse positivamente a condiciones estresantes o situaciones que generan riesgos psicosociales (Rutter, 1999). Existen evidencias de personas que han desarrollado conductas resilientes que les permite vivir con naturalidad y seguir progresando en la vida, a pesar de estar en condiciones adversas para su salud o en situaciones de encierro, como las que ha generado la pandemia por COVID-19, en la que podían desarrollar problemas de salud mental (Alshehri et al., 2020; Anyan et al., 2020; Herrero-Fernández, & Herrero-Fernández, 2020). Esta concepción de la resiliencia resalta tres aspectos importantes a) la resistencia que muestran los niños hacia la adversidad fortalece los recursos internos para aprovecharla, b) la flexibilidad mental favorece de manera positiva el afrontamiento y, c) los desafíos asumidos contribuyen más rápido a la capacidad de recuperación (Daly, 2020).
Para los niños y adolescentes en edad escolar, al parecer la resiliencia ha sido un factor importante contra los problemas de salud mental y otros estresores provocados por la pandemia (Cajigal et al., 2019; Huaire-Inacio et al., 2022; Qiu, Guo, Wang y Zhang, 2022; Way, 2022), quienes han desarrollado una serie de habilidades como: empatía, trabajo colaborativo, comunicaciones asertiva (Cadillo-Leiva et al., 2022), para adaptarse con normalidad a las nuevas condiciones, asistir a sus clases, aprender y en definitiva, tener una vida más sana, viviendo en un contexto complejo.
En el caso de los docentes, la resiliencia pudo influir en la satisfacción hacia el trabajo al minimizar factores que desencadenan estrés, ansiedad y depresión, que son elementos adversos para la salud mental. Según Way, (2022) salud mental y resiliencia tienen una relación recíproca, por lo que es necesario cultivar, esta última, para prevenir enfermedades mentales en los docentes, además de que Roman et.al (2020) considera que la resiliencia en los docentes fue parte clave del éxito en su trabajo y en su salud mental, pues ya un estudio más actual lo porQiu et al. (2022) confirma que, los bajos niveles de resiliencia se asocian con síntomas de depresión y ansiedad.
En consecuencia, la resiliencia es una condición indispensable, para que tanto, niños, adolescentes y los mismos docentes puedan afrontar con éxito las dificultades de la pandemia, recobrar el estado emocional, favorecer el crecimiento y, sobre todo, obtener mejores aprendizaje y enseñanzas respectivamente, ya uno de los históricos estudiosos de esta capacidad como lo es Vanistendael (1996) definía que, la resiliencia es una fuente inspiradora para hacer mejor la labor docente, es decir, para enseñar, crear, producir, aprender; también es un marco de referencia para crear nuevos protagonistas, inventores, artesanos, y aún más importante, formar ciudadanos en libertad. Porque ser libres, tal como resalta Illiaud (2021), significa dejar atrás los determinismos individuales y sociales, es trascender las propias historias experimentadas, “suponiendo que algo nuevo puede emerger articulando, desarticulando y rearticulando la propia historia” (p. 25).
Durante la crisis sanitaria, estudiantes y docentes necesitan ser mejores aprendices cada día pese a las limitaciones; todos en la escuela pueden progresar en lo personal, social y académicamente, siempre que tengan altas expectativas de éxito y estén dispuestos a cumplir las normas, respetar a todos por igual, ser solidarios, participar activamente en las actividades académicas, tener sentido del humor, ser creativo, etc., que son factores que promueven resiliencia en la escuela. Por lo que la finalidad de este trabajo es brindar a todos los lectores interesados en la resiliencia, un poco más de conocimiento a través de la reflexión continua, y aquí se presentan algunos elementos en esa dirección.
Una crisis positiva para la escuela
Aunque hay muchos niños y adolescentes que no tienen claras sus metas y viven el momento y (generación zombi), una crisis como la que ocasionó la pandemia, para muchos puede ser una puerta a la fatalidad, debido a la aparición de una serie de desórdenes mentales en los niños y adolescentes como: sensación de soledad, angustia, ansiedad, ira, incertidumbre, etc. (Cuevas-Parra y Stephano, 2020). Sin embargo, desde la resiliencia, esta crisis ha sido una oportunidad para repensar la vida y crear posibilidades manteniéndose optimistas hacia el futuro pues tal y como lo refiere Villafuerte, et, al. (2020) el aprendizaje en medio de esta crisis sanitaria también es una oportunidad. Al respecto, Suárez (2005) señala que la desgracia no puede ser el final, sino, por el contrario, es un desafío para movilizar las capacidades solidarias de las personas y construir nuevos horizontes; se trata de crear condiciones para construir su propio camino, cultivar su propio jardín, el mismo que se fortalece con el apoyo y soporte de personas importantes como la familia, maestros y la sociedad en general.
Si bien es cierto, que el distanciamiento social ocasionado por la pandemia del COVID-19 impactó de manera negativa en las capacidades de aprendizaje de los niños y adolescentes, desde el enfoque de la resiliencia, esta crisis no es la fatalidad y depende de las respuestas de cada individuo. Estudios demuestran que la resiliencia y la actitud positiva de las personas, hicieron que la crisis sanitaria no tenga efectos negativos en los individuos y en sus vidas (Huaire et al., 2022; Jiménez y Villamar, 2021; Villalobos, Barría-Herrera & Pasmanik, 2022). Con esto queda claro, que la adversidad puede ser una escuela de vida, debido a que permite resurgir con optimismo, esperanza, y darle sentido a la vida, antes que quedarse a esperar la consecuencia del desastre. La crisis es externa, pero tiene repercusiones en la persona, por lo tanto, es su responsabilidad enfrentarla o actuar sobre ella, es quien decide si se moldea y renace o fracasa y se enferma.
Galende (2005) afirma que “la resiliencia no está en los genes, sino más bien en las ideas y ambiciones humanas y en el carácter del lazo social” (p. 59); entonces, tiene un carácter social, o en última instancia, se aprende a ser resiliente. Sin embargo, estas experiencias ambientales cotidianas pueden tener efectos en la genética y modificar algunos aspectos biológicos del ser humano. En la actualidad, la epigenética, es la ciencia que se encarga de estudiar esta dualidad, el efecto del ambiente en los genes o biología de las personas. Al respecto, existen evidencias importantes: que el tipo de cuidado materno y la exposición a las condiciones estresantes y/o de abandono durante los primeros años de vida, tienen modificaciones en el ADN del cerebro y mayor vulnerabilidad ante situaciones de estrés. Por lo tanto, las experiencias negativas y/o positivas, no solo tiene efecto en el bienestar psicológico y social de las personas, sino, posiblemente a nivel biológico y se podría transmitir a las nuevas generaciones (Faur, 2019). Es decir, la resiliencia, como la capacidad de superación, crecimiento y desarrollo positivo, podría transmitirse dentro de una persona, familia y sociedad, se construye socialmente para ser compartida con la siguiente generación (Caldji et al., 2000; Meaney et al., 2007).
Un pequeño paso adolescente en la escuela
Estudios como los de Castro et al. (2021) pudieron identificar algunos factores como la falta de confianza y el sentimiento de soledad, que han desencadenado problemas de ansiedad y estrés en adolescentes escolares durante la pandemia por COVID-19. No obstante, también se pudo saber que, a pesar del temor al contagio que sentían, han desarrollado fortalezas internas como: la ecuanimidad (comprender el propósito de su vida y no tomar respuestas extremas), la perseverancia (continuar luchando a pesar de las adversidades) y la satisfacción (buscan darle un significado a la vida), que constituyen factores importantes que promueven resiliencia (Huaire et al., 2022). En ese contexto, al parecer, los adolescentes son conscientes que, para superar los desafíos de la pandemia y permanecer optimistas en estas condiciones de adversidad, es imprescindible ser resilientes y desarrollar al máximo esta capacidad (Lozano-Díaz et al., 2020).
Pero al mismo tiempo, es importante reconocer que las escuelas son espacios propicios para la construcción de relaciones interpersonales y amistades duraderas para los niños y adolescentes (Sibalde et al., 2020), lo que les permite desarrollarse adecuadamente en lo biológico, psicológico y social (Gonzáles, 2018). Sin embargo, para una buena regulación emocional y cognitivo, el docente se convierte en una figura significativa y contribuye en la formación de su personalidad, promoviendo bienestar, conciencia, apertura, extraversión y estabilidad emocional (Backmann et al., 2019), así como el desarrollo de un conjunto de recursos y estrategias para afrontar con éxito algunas situaciones que generan estrés y/o superar emociones negativas.
En ese sentido, los estudios de Acevedo y Mondragón (2005); Martínez (2020); Sibalde et al. (2020), permiten identificar algunos factores (figura 1) que son necesarios para construir resiliencia en la escuela.
Figura 1
Factores que promueven la resiliencia en la escuela
Las buenas actitudes de los docentes
En el proceso de aprendizaje de los estudiantes hay una multiplicidad de factores que condicionan el rendimiento, sin embargo, las actitudes son los más importantes, dado que se entiende como la predisposición evaluativa de carácter personal (positiva o negativa), tanto de docenes como estudiantes; se enfoca principalmente al cómo se aprende y no al qué. Según McLeod (1992), las actitudes son respuestas relativamente estables, sentimientos intensos, formados a través de una sucesión de respuestas emocionales que con el tiempo se automatizan y son resistentes al cambio si consiguen reforzadores positivos durante un tiempo determinado.
Así, los docentes que consiguen resultados positivos en el rendimiento de sus estudiantes, al mismo tiempo refuerzan sus actitudes para seguir mejorando la enseñanza, diseñan estrategias efectivas para desarrollar capacidades cognitivas y metacognitivas de los estudiantes mediante el intercambio de roles en el aula y, a la vez, mejoran el proceso de retroalimentación (Ros & Rodríguez Laguna, 2021), porque “el mejor docente no es el que habla más o mejor, sino el que sabe organizar la clase para que hablen los alumnos con interés del contenido del programa” (Cassanny, 2021, p. 26). Es decir, tienen en cuenta, que para aprender se debe intervenir en los componentes: cognitivos (creencias, expectativas, preferencias…), afectivos (sentimientos, emociones y estados de ánimo) y comportamentales (conductas e intenciones de acción) (Caballero y Blanco, 2007).
Los estudiantes valoran a sus docentes cuando estos muestran respeto por igual a todos sus estudiantes, disposición para atender dudas y escuchar a todos, compromiso por su trabajo y vocación para la enseñanza (Constenla, Vera y Jara-Coa, 2022). Esto demuestra que ser docente hoy, no es dar charlas magistrales, sino organizar las sesiones de la mejor manera, en las que el estudiante sea el centro de la clase. El rol docente en la actualidad es saber gestionar el aprendizaje de los estudiantes de manera adecuada, preparar las dinámicas (métodos activos), curar los contenidos (adaptarlos para el contexto) y mediar los significados (asignar la importancia de lo que aprenden).
De esta manera, los docentes también ayudan a fortalecer la resiliencia en los niños y adolescentes, no solamente porque acompaña al estudiante a aprender contenidos, sino, porque abren una multiplicidad de posibilidades, emociones, sentimientos, sueños, ilusiones, esperanzas, al mismo tiempo que entrelaza, el hacer, el pensar y el sentir, invitándoles a liberarse, emanciparse y hasta revelarse contra los determinismos o creencias arraigadas en las familias, sociedad y culturas que fueron aprendidos a lo largo de su vida. No se trata de que los docentes tengan que actuar o aplicar programas educativos, sino de actuar sobre esas formas de vínculos sociales y culturales existentes que minimizan las capacidades de los niños y adolescentes y, potenciar las capacidades reflexivas sobre lo cotidiano de la vida en la que se desarrollan. Al respecto, Melillo, Suárez y Rodríguez (2006) enfatizan claramente esta actitud, que los “resilientes han sido justamente aquellos hombres y mujeres que se propusieron cambiar la sociedad y la cultura en la que vivían, asumiendo en sí mismos, la tarea de plasmar en la sociedad sus propios valores y ambiciones de transformación” (p. 60).
Urrutia-Aguilar et al., (2022), describen algunas características de docentes que promueven resiliencia en las escuelas: la confianza y fortaleza en sí mismo, la competencia social y el apoyo social recibido. Estas mismas características se apoyan en los factores dinámicos de la resiliencia, “yo tengo”, “yo soy”, “yo estoy”, “yo puedo”; corroborando así la buena actitud que tienen los docentes en relación con la concepción positiva de sí mismo, el reconocimiento de sus propias capacidades y competencias, el significado y sentido que le dan a su trabajo, y, sobre todo, la confianza en sus redes incondicionales de apoyo o en las personas significativas que son la base de la construcción de resiliencia.
Las fortalezas de la familia
La relación de la familia con la escuela no finaliza con la matrícula en el año, está demostrado que el apoyo familiar a los niños y adolescentes tiene muchos beneficios en su desarrolla académico, personal y social. Algunos estudios han evidenciado que favorece el aprendizaje (Mendoza-Santana y Cárdenas-Sacoto, 2022; Morales & Aguirre, 2018; Ventocilla-Aquino, 2019), también mejora el clima escolar (Pizarro, Santana y Vial, 2013) y, principalmente, mejora el bienestar a lo largo de la vida (Armitage et al., 2021). Es decir, dependiendo del apoyo familiar durante la infancia y la etapa de escolaridad, serán buenas personas y mejores ciudadanos en el futuro. Uno de esos elementos básicos de apoyo y una necesidad humana en la vida, es la confianza, a partir del cual se construye las relaciones de respeto y amor entre los miembros de la familia.
La familia es la fuente primigenia de resiliencia en la primera etapa de la infancia y adolescencia. Pareciera que, para los niños hace falta una sola figura parental que sea un apoyo constante en su crecimiento y desarrollo. En un estudio realizado por Huaire et al., (2022), en un grupo de 282 estudiantes de educación secundaria de Perú y México, los adolescentes presentaban la misma actitud resiliente si vivían: con ambos padres, solo la madre, solo el padre o un tutor. Esto se debería a que, la presencia de una familia estable y responsable brinda mayor confianza, seguridad, apoyo, establece rutinas adecuadas, condiciones favorables y, sobre todo, una comunicación apropiada para promover actitudes resilientes, lo que aumenta la calidad de vida y adaptabilidad a nuevas experiencias de los niños y adolescentes. Se sabe que, dentro de los factores protectores, la figura parental es importante, y a los niños le basta una sola; es suficiente que le haga sentir su valía para salir a delante de situaciones adversas.
Mientras que, por otro lado, vivir en ambientes familiares adversos afecta al desarrollo biopsicosocial (Chulakarn, & Chaimongkol, 2021); los estilos de crianza inadecuados minimizan las capacidades resilientes de los niños y adolescentes, lo que genera una visión estereotipada de la familia, con ausencia de una autoridad y un modelo a seguir, en este caso, se podría afirmar que la resiliencia se construye comenzando con el apoyo externo, en términos de “yo tengo” el soporte necesario, con el que cuento cuando me va mal. Además, la falta de participación de los padres en la educación de sus hijos afecta no solo el aprendizaje, sino, otros factores socioemocionales importantes, como: la solidaridad, la autonomía, la empatía, la salud física y emocional, el manejo del tiempo y el desarrollo de la resiliencia en general (Pacheco y Huaire, 2022).
Conclusiones
La crisis ante cualquier situación es inevitable, ha existido a lo largo del desarrollo filogenético y ontogenético del ser humano. Pero el sufrimiento es una respuesta posible ante estas situaciones. Es decir, ante una catástrofe, puede resistir y rehacerse o resignarse y padecer sus consecuencias. En efecto, la pandemia del COVID-19, ha ocasionado múltiples problemas a todas las personas en todo el mundo, en especial a una población de niños y adolescentes que ha sido silenciado por parte de las autoridades políticas, pero que han sufrido debido a múltiples consecuencias como: estrés, ansiedad, tristeza, soledad por el aislamiento obligatorio, falta de interacción con sus pares, juego libre, entre otros.
Afortunadamente, a pesar de la crisis y falta de atención, han desarrollado múltiples capacidades y habilidades para seguir enfrentándose de manera exitosa a las vicisitudes de la vida y salir fortalecidos de esas experiencias negativas. Los niños y adolescentes, en este contexto, al parecer representan muy bien la metáfora del oxímoron, que consiste en formar un significado nuevo a partir de términos de conceptos opuestos, “la maravilla del dolor”, “el claro oscuro de la vida”, etc. Con lo cual se observa que la crisis ha sido una oportunidad para desarrollar factores internos, habilidades, estrategias, mentalidad positiva, para seguir desarrollándose y aprendiendo de las experiencias negativa. Sin embargo, también existen factores externos que contribuyen al crecimiento personal de cada uno.
En este caso, los profesores y padres de familia, con su confianza, sus actitudes y apoyo constante han sido los actores fundamentales en este tránsito para que los niños y adolescentes puedan seguir aprendiendo en la escuela, al mismo tiempo, contribuyen a desarrollar resiliencia, dado que son los que brindan los primeros elementos como la “confianza”, la “seguridad”, necesarios para desarrollar actitudes y conductas resilientes. Por lo que, pese a las condiciones adversas, está demostrado que las capacidades resilientes de las personas encuentran un ambiente para desarrollarse positivamente.
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